Mi nuevo amigo

Hay una persona con la que he tratado algunos negocios. Nos hemos visto varias veces en la vida, bueno, en su oficina. Como sea, el chiste es que varias veces hemos hablado, como ya he dicho, de negocios. He colaborado de cerca con su equipo y me ha apoyado. Pero a veces las relaciones que uno establece con las personas van cambiando.

Desde el principio me cayó bien y creo que yo también le caí bien. Aunque parecía una persona algo distante al hablar conmigo. Recuerdo una ocasión, de las primeras veces que nos vimos, en que yo, intentando salir de mi habitual timidez, quise contarle algo un poco personal. No era la gran cosa, pero era algo diferente a nuestras conversaciones laborales. En ese momento, me di cuenta de que no había un cambio en él. Parecía que no me estuviera escuchando o algo así, así que mejor volví al tema que nos ocupaba antes de mi fallido intento por intimar.

Poco después, yo abandoné mis intentos por hablar de mi vida con esta persona y me limité a informarle de mis avances. Luego de un tiempo comenzamos a hablar un poco más personalmente, y me pareció agradable. Entendí que él escucha aunque parezca que no lo hace. Y que tienes que hablarle tú antes, para que él se anime a hablar. A veces es un poco confuso, pero voy aprendiendo a tratar con él.

Les cuento esto porque hace poco lo vi de nuevo y cuando llegó la hora de despedirnos a los dos nos nació dar un abrazo. Fue extraño, yo lo iba a abrazar. Pensé, equivocadamente, que él no correspondería y me detuve. Pero una milésima de segundo después de que me detuve, él se acercó para abrazarme.  Obviamente se dio cuenta de que me detuve, así que él se detuvo también. Pero no se preocupen, amiguitos, al final sí nos abrazamos, aunque fue un poco incómodo. Puedo decir ahora que es mi amigo.


Regla No. 24

Comprende y abraza a tus seres queridos.