Cuando yo era pequeño, mi mamá y yo caminábamos todas las mañanas por la calle en la que vivo. Me llevaba a la guardería y luego ella se iba a su trabajo. No había un día que no viéramos a uno de nuestros vecinos, un señor ya grande, que barría la entrada de su casa que se encontraba a unas cuadras de la mía. Siempre me saludaba. Un día, en su puerta apareció un moño negro. Fue el primer día que no lo vi y recuerdo haberlo extrañado. Fue la primer persona de la cual supe que había muerto.
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