Vivimos en una sociedad de la que tomamos modas, gustos, formas de pensar, o, en una palabra, opiniones. Si algunas personas piensan que tal estilo de vestimenta o de música es bueno y cuentan con un espacio en algún medio como las revistas, la televisión, la radio o incluso el internet, su opinión será escuchada por muchas personas, y algunas de ellas se convencerán de que esas opiniones que escuchan en los medios son mejores que otras. No tiene nada de malo que nos guste cierta ropa o cierta música, pero hay opiniones respecto a cosas más importantes. Por ejemplo, opiniones respecto al bien o al mal, o a la felicidad.
Séneca le dijo en una larga carta a su hermano que todos queremos ser felices. Y creo que es verdad, como también creo que es verdad lo que dijo Aristóteles: la felicidad es aquello hacia lo que tienden nuestras acciones, o en otras palabras, hacemos las cosas que hacemos porque creemos que eso nos hará felices o menos infelices. Pero ¿cómo saber si lo que hacemos nos hará felices? Muchas personas creen que alcanzarán la felicidad cuando tengan independencia económica, una casa bonita, un coche bonito y formen una familia con la pareja de sus sueños, otras personas piensan que la felicidad está en las fiestas de cada fin de semana, o en que gane su equipo deportivo favorito, o en mantenerse jóvenes. Esa batalla está perdida de antemano.
Pero ¿de dónde vienen estas opiniones? Según parece, estas son opiniones bastante comunes en nuestra sociedad. ¿Cómo saber cuál opinión es verdadera o si, además de estas, hay otras formas en las que podemos ser felices? La cuestión no es cualquier cosa, porque de hecho se trata de lo más importante de nuestras vidas: nuestra felicidad. Hay que recordarlo una vez más: hacemos lo que hacemos porque creemos que eso nos hará felices, o mínimo, menos infelices.
A más de una persona le funciona aquello de la familia feliz y a otro tanto le funciona lo de las fiestas, pero, ¿es igual para todas y cada una de las personas que habitan este mundo? Yo pienso que no, que hay distintas formas de las que se puede ser feliz, pero, quizá por temor o por no tener suficiente curiosidad, no se cuestionan las opiniones populares como éstas y, como dice Séneca «nada nos enreda en desgracias mayores que el hecho de que nos amoldamos a la opinión común, calculando que lo mejor es lo que se ha admitido con general aprobación, y de que tenemos numerosos modelos y no vivimos según la razón sino según la imitación».
Por eso, creo, son necesarias dos cosas: tener un criterio propio, respecto a las opiniones de los demás, y seguir el mandato del templo de Delfos «conócete a ti mismo». De otra manera, corremos el riesgo de vivir la vida según las reglas de los demás, y no según las nuestras. Por supuesto que somos seres sociales, y hay ciertas reglas que deberíamos seguir, pero, mientras no hagamos daño a nadie, me parece razonable buscar nuestra felicidad según nuestros propios términos. Y, aunque yo tengo mi propia opinión sobre lo que puede hacer felices a las personas, no vengo en esta ocasión a recomendar nada. Sólo quiero decir que conviene que pensemos por nuestra propia cuenta en lo que queremos para nuestra vida. Recetas para la felicidad hay muchas: el éxito, la vida familiar, las fiestas, la diversión, el lujo, los viajes, la salud, obedecer las leyes divinas y un sin fin de cosas más son anunciadas como lo que nos hace felices. Se escriben libros y artículos sobre esos temas, se habla de ellos en la tele, en YouTube, en la radio y en Podcasts.
Pero, ¿realmente es eso lo que hay que buscar? Musonio Rufo dijo que «en la mayor parte de los casos no nos servimos coherentemente de las presunciones correctas en los asuntos, sino que más bien seguimos la costumbre vil».
Estamos buscando la felicidad, o creemos haberla encontrado, pero quizá nos equivocamos y buscamos algo que no nos hará felices. Aún si es así, sería mejor cometer nuestros propios errores, y no caer en el error por seguir a alguien más. ¿Cómo encontrar la felicidad? Tengo mi opinión, pero mi intención es invitar a cuestionar las opiniones, no dar la mía. Además quizá esté equivocado. Así que sólo puedo repetir el consejo de Séneca, hay que «tener confianza en ti mismo y creer que vas por buen camino, sin dejarte desviar en absoluto por las huellas cruzadas de los muchos que corretean por todas partes, y de unos cuantos que deambulan al lado mismo del camino».
Regla No. 37
Tal vez nuestra felicidad no se encuentra donde la busca el resto.
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