Parece ser un lugar común esto de comprar a las amistades con las rosas, o con las flores en general. Quizá la comparación parece obvia, porque hay muchas similitudes entre las amistades y las flores. Por ejemplo, tanto a unas como a las otras hay que cuidarlas. Aunque, claro, una amistad no se cuida echándole determinada cantidad de agua cada cierto tiempo. La amistad requiere otro tipo de cuidados. Y además del hecho de que, para sobrevivir y florecer, las flores y las amistades necesitan de cuidados, aunque no del mismo tipo hay otras similitudes. Entre ellas podríamos mencionar la belleza, el goce que provocan, o que necesitan tiempo para mostrar su esplendor. Como sea, no es de eso de lo que trata este pequeño texto, sino de otra similitud.
Como casi cada mañana, daba una caminata alrededor del patio de mi casa de mano de mi abuelita cuando mi tío quiso mostrarnos que una de las rosas que plantó en una maceta estaba a punto de dar una flor. Su alegría y su orgullo eran evidentes. No pasó mucho tiempo antes de que mi mamá estuviera allí también, y en ella también noté alegría. «Haz una fiesta», le dijo a mi tío. Y casi sin darme cuenta vino a mi mente esa habilidad tan divertida como atemorizante que tienen algunas personas. La habilidad de usar cualquier pretexto para hacer una fiesta. Pero mi mamá no se refería a eso.
«¿Que haga fiesta dices?», preguntó mi tío con una sonrisa. Y fue la respuesta que dio mi mamá lo que me hizo notar otra similitud entre las rosas y las amistades. «Don Gabino, el jardinero, me dijo un día que plantara cien rosas y que, si se daba una, hiciera una fiesta», dijo. Y entonces, como un golpe, vino a mi mente algo que una sabia mujer, mi psicóloga, en caso de que se lo pregunten, me dijo un día durante una de nuestras conversaciones. Cuando yo le dije que ansiaba una amistad verdadera y duradera, ella me ayudó a entender que las amistades así son muy raras.
Don Gabino fue el jardinero que durante muchos años podó los árboles de muchas casas y calles de este barrio. Así que sabía lo que decía sobre las rosas. La mujer que he mencionado, como dije, es sabia, así que sabe bastante de las cosas importantes para la vida, como la amistad. Y también sabía lo que decía al respecto. Ninguna de estas personas habló sin conocimiento, así que ignorar sus palabras sería un error.
Tanto las rosas, o las flores en general, como las amistades deben cultivarse, esto significa, darles los cuidados necesarios para que se mantengan y den la flor o el fruto o el afecto. Esto, por supuesto, no garantiza que la rosa vaya a florecer o que la amistad se vaya a dar. Pero no porque sea probable que una flor no se dé, dejamos de regarla, de ponerla al sol o a la sombra, según convenga, de buscar un buen lugar para plantarla. De la misma manera, no porque las amistades sean algo raro hay que evitar ser una persona amable, abierta a escuchar y a compartir. Algunas personas deciden aislarse después de brindar amistad y ser rechazadas, y creo que es comprensible, aunque no creo que sea la mejor decisión del mundo. En mi caso, creo que sería bueno sentirme satisfecho con ser una persona amable, abierta a escuchar y ayudar, así que intento ser así, independientemente de si las personas lo valoran o no, independientemente de si se da una amistad duradera o no. Por supuesto, aunque preferiría tener muchos y muy buenos amigos, sólo conservo algunos y sé que puedo confiar en ellos. A veces fallo y a veces las personas no lo valoran, pero, ¿no es de esperarse? Después de todo, las amistades verdaderas son algo raro, es decir, poco común en esta vida. Por eso, si tenemos al menos una, deberíamos festejarla.
Regla No. 40
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